Los años noventa fueron trascendentales en la trayectoria del Departamento de Psicología. Después de varios intentos de las autoridades institucionales por abrir la carrea de Psicología, por fin se consideró oportuno el estudio de posibilidades, dado que ya se contaba con una plantilla suficiente de profesores para atender este compromiso con la sociedad. El Departamento había llegado a cierta madurez en cuanto a la organización y sistematización de su actividad académica y, por otro lado, en el ámbito universitario nacional se había llegado a una aceptable consistencia en cuanto a la formación de psicólogos.

Se recibieron directrices muy claras por parte de la institución para el estudio y diseño del plan de estudios. Se trataba de evitar cualquier replica de lo que se estuviera haciendo en alguna otra universidad y de proponer algo realmente creativo e innovador para el estado y la región. Aunque se solicitó asesoría externa se mantuvo la fidelidad a los lineamientos institucionales.  El producto fue un plan de estudios apegado a los ordenamientos vigentes del CNEIP (Consejo Nacional para la Enseñanza e Investigación en Psicología), con el que se buscaba la formación de un psicólogo con conocimientos generales reservando la especialización para el posgrado. La peculiaridad en nuestro caso fue que tales conocimientos generales se plantearon desde la óptica de la Psicología del Desarrollo, es decir, considerando el desarrollo psicológico de la persona. Otra característica peculiar fue el conjunto de talleres que se incluyeron a fin de que desde los primeros semestres el estudiante se familiarizara con las personas con quienes finalmente iba a ejercer la profesión.

El inicio de la Licenciatura en Psicología en la UAA en agosto de 1991 marcó un nuevo derrotero para el Departamento de Psicología. De inmediato se incrementó el número de materias a impartir así como la plantilla de profesores. Pero lo que verdaderamente se inició como experiencia nueva en el Departamento fue la enseñanza de la Psicología para la formación de psicólogos. Para ello los profesores ejercieron un largo trabajo de inducción al nuevo quehacer. De este modo se fue perfilando una manera inductiva de hacer docencia, con la convicción de partir siempre de la experiencia del estudiante del estudiante antes de enfrentarse a cualquier información nueva, de tal manera que en la interacción se propiciara una auténtica construcción de conocimientos. Desde el principio se vio la necesidad de contar con una tutoría para los alumnos con el propósito de acompañarlos en su proceso formativo.

Formar psicólogos no es exactamente lo mismo que formar cualquier otro profesionista, tanto por el profesionalita en sí como por la misma disciplina. El psicólogo es alguien que trabaja preferentemente con personas, por lo que requiere una formación que incida claramente en el desarrollo como persona. Esta formación no se agota ni se sustituye con la acción que puedan realizar los profesionales, tutores y demás personas que le rodean; resulta imprescindible la del mismo sujeto sobre sí mismo. Ni siquiera se puede garantizar, como lo hacen en algunas universidades, que el alumno se someta a un proceso de apoyo psicológico, porque el apoyo, por sí solo, es insuficiente sobre todo si el sujeto no está en disposición de lograr su verdadero crecimiento. En cuanto a las características de la disciplina, es inevitable reconocer que en psicología se involucra el sujeto cognoscente con el objeto de conocimiento. No se puede estudiar psicología con la ficción de que se está tratando de comprender una realidad total y absolutamente objetiva y, por tanto, extraña al sujeto que estudia. De tal forma, enseñar psicología implica que nunca se debe perder de vista de que quien se está hablando es de nosotros mismos y no de realidades ajenas. Ni siquiera al analizar teorías o resultados de investigación puede olvidarse que quienes teorizan también son personas, sujetos psicológicos, tanto como quienes investigan y quienes son investigados.

Por ello, la docencia en psicología no puede limitarse a la transmisión de información, ni siquiera a la instrucción a fin de aprender y desarrollar algunas habilidades, puesto que se trata de la formación de psicólogos y no del aprendizaje mecánico de información que se pueda luego repetir.

En esos momentos era claro que tales objetivos no serían posibles si no se contaba con las plazas suficientes y con una preparación especial. La carrera comenzó y al mismo tiempo se abrieron algunas plazas de tiempo completo para el Departamento y se enviaron a algunos profesores a realizar estudios de maestría en otras universidades. Paralelamente, se continuaron los modestos proyectos de investigación que ya estaban en proceso, se gestionó la construcción de espacios de laboratorios, consultorios y cámaras Gesell, se mantuvo y se fortaleció el proyecto de atención psicológica para personas de la Universidad y para gente externa, se continuaron ofreciendo cursos de extensión al público, además de sostener todo el apoyo académico habitual hacia el resto de la institución.

Ramírez, O; Palacios, P; Hermosillo, A; Méndez, C; Salazar, L; Martínez, K; Vacio, M y Pedroza, F (2012) Haciendo y enseñando Psicología. Universidad Autónoma de Aguascalientes: México.