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PDF | 807 | Hace 3 años | 4 septiembre, 2020
Francisco Javier Avelar González
El día de ayer se cumplió el 86 aniversario de uno de los esfuerzos editoriales más plausibles y fructíferos de Latinoamérica: el Fondo de Cultura Económica. Este proyecto, gestado por la iniciativa y perseverancia de Daniel Cosío Villegas, ha logrado publicar en menos de un centenar de años más de diez mil títulos, entre los que se cuentan las obras de escritores fundamentales de la literatura hispanoamericana e internacional -como Jorge Luis Borges, Mario Vargas Llosa y Octavio Paz- pero también destacados exponentes de las ciencias y las artes; tanto así que entre sus autores hay más de 60 condecorados con el Premio Nobel, más de 30 con el Príncipe de Asturias y más de 140 con el Premio Nacional de Ciencias y Artes.
El Fondo no sólo ha encaminado su trabajo a procesos editoriales, sino además a la difusión del conocimiento: cuenta con 28 librerías propias distribuidas a lo largo y ancho de la república mexicana, así como puntos de venta en Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, Estados Unidos, España, Guatemala y Perú.
Además de lo anterior, como parte de sus labores para la promoción artística y la divulgación de las ciencias, el Fondo es convocante y auspiciante del “Premio Internacional de Divulgación de la Ciencia, Ruy Pérez Tamayo”, del “Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños” (en conjunto con la Fundación para las Letras Mexicanas), el “Concurso Iberoamericano de Ensayo para Jóvenes”, el “Certamen Leamos la Ciencia para Todos” y del “Certamen de Álbum Ilustrado”. Hasta hace un año, esta editorial contaba con una gaceta de divulgación que llegó a ser condecorada con el Premio Nacional de Periodismo (en 1987) y con el Premio Caniem al Arte Editorial para Publicaciones Periódicas (en 2011). Por desgracia, los cambios administrativos y los recortes presupuestales a nivel federal alcanzaron a esta revista, cuyo último número apareció en diciembre 2018 – enero 2019, después de 65 años de haberse impreso por primera vez. Algo similar podría suceder con la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil (FILIJ), evento anual ahora organizado por el Fondo, pero que este año no se llevará a cabo.
Estoy seguro de que la mayoría de las personas podremos coincidir en que un proyecto paraestatal de tanta solidez y beneficio público merece no sólo nuestro más amplio reconocimiento, sino también nuestro apoyo y un sincero agradecimiento: millones de mexicanos tuvimos acceso a diversas áreas del saber y seguramente generamos reflexiones internas de gran valor, debido al acceso que esta editorial nos dio a obras y autores medulares. Pensando en lo anterior, José Emilio Pacheco expresó su gratitud al decir que no podría imaginar el mundo (su mundo; es decir, su vida personal y profesional) sin los libros publicados ahí. “Tampoco podré medir todo lo que me han dado -complementó- Lamentaré en todo caso no haber leído más, entre todo lo rescatable y digno de perduración y defensa en este cada vez más doloroso país nuestro sitiado por la miseria, la sequía y la violencia”.
Las palabras del poeta, narrador y ensayista -autor de entrañables libros como Las batallas en el desierto y El principio del placer– bien podrían firmarse en esta época. Si hiciéramos el ejercicio personal de echar un vistazo a nuestros libreros, o si recordáramos los volúmenes que hemos consultado en alguna biblioteca o nos han prestado, seguramente identificaríamos por lo menos una decena de títulos en cuyo canto o portada se encuentran discretamente las siglas FCE. Si pedimos a nuestros familiares y amigos que hagan el mismo ejercicio y nos cuenten sus resultados, nos haríamos de una imagen reveladora del espectacular éxito en la distribución de libros de esta editorial, así como de su enorme labor como proyecto de difusión de las ciencias, las artes y la cultura (preponderante pero no exclusivamente entre la población con acceso a educación secundaria y terciara).
En otro orden de ideas, es encomiable que, aun tratándose de un proyecto del Estado, ha gozado de amplio margen de autonomía editorial, y su integridad, objetivos y valores han sido respetados por más de 14 sexenios presidenciales y la alternancia de tres partidos y visiones políticas distintas. En un país donde el presidencialismo ha sido flagelo y norma histórica, y donde no se acostumbra la continuidad transexenal a iniciativas heredadas (no importa si buenas o malas), es todo un logro que hasta ahora no se haya buscado la extinción del FCE ni se le haya impuesto una línea ideológica o el veto de autores críticos del sistema.
Como las decisiones sensatas suelen dar frutos, la libertad y el buen manejo de esta editorial por casi un siglo le ha permitido consolidarse tanto en México como en Iberoamérica. Que mantenga e incremente su hálito de probidad, independencia y fortaleza depende mucho de que la actual administración y las que habrán de venir mantengan el respeto irrestricto hacia autores y editores, sin importar la no coincidencia ideológica o política entre estos y la administración del gobierno federal en turno.
De la misma forma, la solvencia y capacidad de esta gran institución editorial depende del presupuesto que se le asigne cada año. Desgraciadamente, en este particular tema nos encontramos frente a una preocupante situación: no es secreto que la tendencia en los últimos años del sexenio anterior apuntó a la reducción de presupuesto para el área de las artes y la cultura. Tampoco lo es que dicha tendencia se ha intensificado desde finales de 2018 hasta la fecha, y el Fondo de Cultura Económica ha sido uno de los proyectos más castigados (apenas la semana pasada su director actual, Paco Ignacio Taibo II, anunció que por falta de presupuesto este año publicarían sólo la tercera parte de los libros que tenían programados)…
Por el bien de la sociedad, esta tendencia debe revertirse; e incluso a pesar de las turbulencias socioeconómicas y políticas que habremos de atravesar los próximos años, como consecuencia de la crisis sanitaria y financiera global, tenemos que encontrar estrategias eficaces de protección y apoyo ascendente para la educación, las ciencias y la cultura. En este tenor, los miles de títulos publicados por el Fondo de Cultura Económica en 86 años, sus cientos de millones de ejemplares colocados en las universidades, bibliotecas, librerías y hogares de México y el mundo, sus certámenes nacionales e internacionales, así como la gran cantidad de actividades que realiza para la difusión de la ciencia, la literatura y las artes en general, parecen razones suficientes para evitar la reducción de su presupuesto y, en cambio, buscar facilitarle recursos e infraestructura, a fin de que continúe con su enorme labor educativa y social.
¡Nos vemos la próxima semana!