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PDF | 1068 | Hace 3 años | 26 junio, 2020
Francisco Javier Avelar González
Las instituciones educativas públicas autónomas no son Estados paralelos, ni mucho menos burbujas habitadas por una comunidad indiferente a las problemáticas de su ciudad o país. La capacidad de autogestión y autogobierno, así como la soberanía académica de estas instituciones, nunca ha representado un lastre que les dificulte cumplir con su responsabilidad de servir a la ciudadanía.
La formación profesional y cívica de sus miles de estudiantes es la prueba más visible del cumplimiento de tal responsabilidad: cada egresado y cada nuevo titulado se traduce en el aumento de posibilidades reales de desarrollo en el país y en el incremento de la calidad de vida general. La correlación entre este servicio de las universidades y el crecimiento del bienestar comunitario está demostrada. En circunstancias estables, los países que cuentan con más ciudadanos con preparación académica terciaria suelen tener mejores condiciones de vida.
Además de la generación de profesionistas capaces, las universidades autónomas tienen otras funciones mediante las que se vuelcan al cumplimiento de su mayor responsabilidad y razón última de ser. Con la investigación científica, por ejemplo, usualmente dan respuesta a diversas interrogantes y problemáticas públicas. Desde otro frente, cada año aportan miríadas de jóvenes dispuestos a ayudar a través de los programas de Servicio Social y Prácticas Profesionales. Finalmente, estas universidades concentran gran parte de su energía en el diseño y desarrollo de proyectos (de salud, académicos, culturales, deportivos, etc.) que beneficien directamente a la sociedad.
El compromiso de estas instituciones es tal que, ante emergencias y crisis de enorme impacto, la mayor cantidad de acciones y aportaciones sociales -después de las generadas por el gobierno- proviene de las universidades; sobre todo de aquellas constituidas como públicas y autónomas (al menos en el caso de países como el nuestro). El enorme deseo y la capacidad de volcarse en el apoyo de la sociedad se vincula precisamente con esta doble condición constitutiva: ser públicas (deberse a la sociedad) y ser autónomas (lo que entraña una obligación moral, por la muestra de confianza y respeto de la ciudadanía).
La UAA, al identificarse con estas características, ha trabajado incansablemente en pro de nuestra entidad. Decíamos la semana pasada que en sus casi 50 años de vida ha generado más de 56 mil títulos de grado y de posgrado, empujando -sin duda- el progreso general del estado. También mencionamos los casi dos millones de impactos sociales que anualmente entrega a la sociedad, a través del amplio abanico de eventos, productos y servicios que ofrece. Pero nos faltó espacio para hablar de las acciones específicas que nuestra casa de estudios ha estado realizando a raíz de la crisis sanitaria actual. Hago aquí una mención enumerativa de tales acciones:
En los poco más de tres meses desde que -por seguridad sanitaria- limitamos las interacciones físicas en labores administrativas y suspendimos las actividades académicas presenciales, en la Universidad llevamos a cabo un intenso programa de adecuación y migración de contenidos académicos a plataformas digitales; esto implicó la capacitación de dos mil docentes y la adaptación de nuestros más de 20 mil estudiantes, para lograr, en tiempo record, dar continuidad a todos nuestros cursos de manera habitual. Adicionalmente, impulsamos un programa de apoyo a alumnos que carecieran de equipo computacional y/o servicio de internet en sus hogares. Mediante este programa, estamos beneficiando a 613 estudiantes.
La crisis sanitaria también trajo una desestabilidad económica generalizada. Por ello, en la Universidad lanzamos una convocatoria extraordinaria de becas para apoyar a los estudiantes que, por falta de recursos, vieran comprometida la continuidad de sus estudios. A la convocatoria han respondido hasta ahora 496 alumnos (lo que ha supuesto una inversión extraordinaria de más de un millón de pesos), y nuestro compromiso es que, mientras sea posible, ningún estudiante se verá obligado a darse de baja por cuestiones de vulnerabilidad económica.
Pensando también en las familias de escasos recursos, lanzamos una campaña de apoyo para la gente más necesitada, a través de la donación de despensas. De forma voluntaria, cientos de docentes y administrativos de nuestra institución han hecho aportaciones a este fondo especial, mediante el cual hemos podido repartir, hasta ahora, 1200 despensas a personas de Aguascalientes y regiones aledañas. La campaña sigue en marcha.
Sumada a estas acciones, activamos un programa de asesoría empresarial en línea y un proyecto para que, a través del sitio mercadoauaascalientes.com, microempresarios y emprendedores de la entidad puedan ofrecer sus productos y servicios. Considerando otro tipo de necesidades, pusimos en marcha un programa de asesorías psicológicas y jurídicas en línea; así como un micrositio en nuestra página desde donde es posible encontrar material educativo y de esparcimiento.
En el caso de la atención sanitaria, hemos generado una batería de acciones de apoyo a la comunidad médica del estado. Hasta ahora, gracias a estudiantes, docentes y voluntarios de diversas áreas de la UAA, hemos producido dos toneladas de gel antibacterial a base de alcohol y más de una a base de vinagre (este último fue, además, creado por académicos de nuestra casa de estudios), tres mil caretas cristal, 70 mil cubrebocas y cinco mil botellas de agua. Este material está siendo repartido en los diversos nosocomios y centros de salud de Aguascalientes.
También hemos producido y donado -a hospitales de Aguascalientes y de CDMX- 50 cajas de acrílico especiales para la intubación de enfermos graves de COVID-19. Finalmente, hemos prestado nuestros termocicladores para que con ellos puedan hacerse diagnósticos de posibles enfermos de coronavirus; y estamos desarrollando dos prototipos de aparatos de ventilación asistida, cuyo costo de producción (70 mil pesos) es de 10 a 20 veces menor que el costo de los que se ofrecen en el mercado (que van de los 700 mil al millón y medio de pesos). Cabe destacar que hemos puesto a disposición libre y gratuita las patentes generadas por los proyectos mencionados.
Han pasado 90 días desde el inicio del confinamiento masivo en el país; pero en la UAA desde los primeros 30 días ya habíamos comenzado con el diseño -y en algunos casos la ejecución- de los proyectos mencionados. A juzgar por el número de acciones, sus objetivos y el tiempo para su realización, es patente el compromiso social de esta casa de estudios. Por ello, hago votos para que los aguascalentenses continúen valorando el enorme cúmulo de esfuerzos que hace toda nuestra comunidad universitaria, día a día, a favor de la sociedad.
¡Nos vemos la próxima semana!