Universidad Autónoma de Aguascalientes

Una luz y un parteaguas

PDF | 330 | Hace 1 año | 31 marzo, 2023

Dra. en Admón. Sandra Yesenia Pinzón Castro

El miércoles de esta semana se llevó a cabo la Cátedra Humberto Martínez de León correspondiente a este año. Recordemos que las cátedras instauradas en la UAA son conferencias de carácter honorífico, donde se invita a especialistas en diversas áreas del conocimiento para que, a través de la narración de sus experiencias, contribuyan a fortalecer el patrimonio cultural e intelectual de nuestra casa de estudios, así como de la sociedad aguascalentense.

Cada uno de estos eventos son realmente especiales, porque se configuran como fiestas de conocimiento y de vinculación académica-cultural y social. Y si cada conferencia tiene su magia, las circunstancias que vivimos el miércoles hacen que la Cátedra Humberto Martínez de León de este año sea una humilde pero simbólica piedra angular para la institución; un pequeño parteaguas que nos ha tocado presenciar: el inicio formal de nuestras actividades de conmemoración y de festejo por el medio siglo de la Universidad Autónoma de Aguascalientes.

En lo personal, quiero resignificar lo anterior como un eco y un recordatorio de la enorme piedra angular y el parteaguas sin comparación que fue la concepción y nacimiento de nuestra máxima casa de estudios como universidad, bajo el liderazgo del contador don Humberto, cofundador y primer rector de esta institución, a quien le profeso muchísimo cariño y admiración, porque tuve la oportunidad de conocerlo, de tratarlo y, cada día desde entonces, de ver los frutos de la visión generosa que tuvo y que ha favorecido tanto a la comunidad universitaria y a toda la entidad de Aguascalientes y sus alrededores.

También es necesario decir que, desde que se tuvo la valentía de imaginar a esta institución como una universidad y se luchó para concretar ese sueño, sus fundadores cerraron filas y se comprometieron con un puñado de valores, como el humanismo, la ética, la racionalidad, el respeto, la responsabilidad y el compromiso con la vocación personal y con la formación integral de cada nueva generación de estudiantes. Además de esto, había un incuestionable amor por esta institución y una clara conciencia de que debía de protegerse e impulsarse, en lugar de utilizarse para lograr metas egoístas y totalmente individuales.

A cincuenta años de distancia, creo que aún hoy la gran mayoría de quienes conformamos esta comunidad sentimos ese mismo amor por la institución y esa misma emoción cuando la vemos crecer y fortalecerse en el plano regional y nacional; la mayoría queremos ver que se sigue desarrollando y consolidando como un espacio de conocimiento, igualdad, fraternidad y humanismo.
Creo que esto no solo pasa entre nosotros, sino también a gran escala: el desarrollo histórico de las sociedades, el paulatino y visible fortalecimiento de los derechos humanos y la creciente preocupación por temas relacionados con el respeto, la equidad y la dignidad que todas y todos merecemos, son muestras claras de que, aunque sea con lentitud, el bien que pervive en la mayoría de nosotros empuja mucho más y va ganando posiciones con solidez: se sobrepone a cualquier conflicto y a cualquier guerra, y levanta democracias y sociedades fuertes. En el caso particular de nuestra universidad, es cosa de ver todo lo que hemos crecido en tan solo 50 años, los miles y miles de egresados que hoy son mujeres y hombres de bien y agentes de cambio en el país, y la emoción que muchos sentimos de ejercer con pasión y compromiso nuestra vocación de ayudar a las y los demás, y de vivir en paz y armonía.

Ahora que -tomando como punto de partida la Cátedra Humberto Martínez de León- hemos dado inicio a las reflexiones, festejos y actividades conmemorativas del 50 aniversario de nuestra universidad -que es la universidad de todos los aguascalentenses- quiero invitar a cada una de las personas que integran esta comunidad y a la sociedad en general, a que nos sumemos a esta gran fiesta; pero que lo hagamos de una forma muy especial: haciendo honor -en nuestro día a día- a los valores que nos han distinguido como una sociedad prolífica: el humanismo, la ética, la paz, la racionalidad, y el deseo de vivir en armonía con los demás, entregándonos con amor a nuestro trabajo y a nuestra vocación. A quienes integran la comunidad académica de esta máxima casa de estudios, los invito a que permanezcamos unidos y con la certeza de que este medio siglo es apenas un comienzo: queda mucho por hacer y vienen cosas muy buenas. Depende de nosotros que así sea y estoy segura de que así será.

Se Lumen Proferre

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