MARIO ANDRADE CERVANTES

Don Ignacio Chávez, quien fuera rector de la UNAM, señaló en alguna ocasión: “Si los alumnos son la esencia vital de la Universidad, los maestros son su espíritu creador; a ellos más que a nadie les toca desplegar el ímpetu de las renovaciones”.

Para quienes aspiran a ser académicos completos, anida de manera permanente la convicción de servir a la comunidad, a través de la noble tarea educativa, la investigación y la vinculación efectiva con la sociedad.

Al reflexionar a propósito del valor de la educación, abrimos los ojos a la labor de nuestros académicos, en su actuar como mentores de tantos jóvenes que cada año y cada semestre, transitan por las aulas universitarias. Observamos ahí a estudiantes que esperan de sus maestras y maestros, si no la revelación del conocimiento, porque sabemos que debemos aprender por nosotros mismos, sí la ayuda amable, inteligente e ilustrada, el consejo pertinente y, la guía que los conduzca por el apasionante camino del aprendizaje.

La duda y el desánimo pueden aparecer cuando en el entorno académico nos enfrentamos a quienes buscan obtener resultados fáciles. Sin embargo, nadie mejor que quien desempeña una perseverante labor docente, sabe que nunca ha sido fácil conseguir lo que vale la pena. Hay que trabajar intensamente, actualizarse continuamente, insistir con los estudiantes, ser mejor cada día.

En la continua valoración de la práctica educativa, estarán también presentes aquellos estudiantes que se distinguen por el celo de aprender, de conquistar el mundo, y que de forma preponderante, se constituyen en estímulo capital para un académico. Los estudiantes inducen a los docentes a un mejor desempeño.

Las profesoras y profesores de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, han sido fundamentales para el desarrollo de la sociedad a la que se debe nuestra Institución. Me incluyo en la abultada nómina de beneficiados, porque tengo el privilegio de ser gallo de la Universidad desde el bachillerato. Puede afirmarse que en la vida de la región, hay un antes y un después de la fundación de nuestra Casa de Estudios.

A lo largo de más de cuarenta años, la Universidad ha formado a miles de profesionistas que en el presente se desempeñan en todas las esferas de actividad social, para bien de Aguascalientes y de México.

En este devenir, han sido nuestros académicos quienes han tenido un papel de capital importancia, en el silencio del cubículo, al frente de los grupos; en la clase o la asesoría.

Queremos que nuestras maestras y maestros continúen preparándose y sigan desempeñando su importante función social. Requerimos una Universidad sólida, fuerte, que continúe formando a los cuadros de primer nivel que la sociedad necesita para continuar su desarrollo.

Necesitamos una UAA crítica, siempre reflexiva a propósito de la sociedad, de los problemas que la aquejan y las alternativas de desarrollo que podemos emprender. No puede ser otro el papel de nuestra Institución, porque la comunidad universitaria, tiene en sus catedráticos e investigadores, a su pilar fundamental, como especialistas en las más diversas áreas del conocimiento.

En el cuerpo social todos tenemos algo que aportar, y con mayor razón los académicos, porque cuentan con la formación y la práctica profesional en sus áreas de competencia.

Los retos son enormes, porque la realidad se transforma continuamente, y a ella debe corresponder un conocimiento abierto y dinámico; profesional, que nos ayude a comprender los procesos que afectan la vida social, de tal manera que, trabajando unidos y comprometidos, tengamos siempre claro hacia dónde debemos dirigir nuestros esfuerzos.

Desde aquí, felicito nuevamente a las profesoras y profesores integrantes de la Asociación de Catedráticos e Investigadores de la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Felicidades por su perseverancia y por el entusiasmo que demuestran cada día en su labor académica.