Universidad Autónoma de Aguascalientes

UAA, un triunfo colectivo de la sociedad

gaceta uaa

Columna | Dr. en C. Francisco Javier Avelar González, rector de la Universidad Autónoma de Aguascalientes

De acuerdo con el académico catalán Joan Prats, “las instituciones son el principal patrimonio de cada sociedad. […] Es bien sabido que un simple agregado de individuos brillantes no hace sin más a una sociedad brillante.” Esta idea coincide en lo general con la de otros autores que, de una u otra forma, han señalado la preponderancia de las instituciones sobre las personas.

Para algunos puede resultar confuso pensar en estos términos: ¿cómo podemos decir que es más importante una estructura abstracta, armada como un conjunto de prescripciones y procedimientos de naturaleza más bien rígida, que los seres humanos para los cuales se ha creado dicha estructura? ¿Cómo una suerte de maquinaria puede ser de mayor interés grupal que cada una de las personas que dependen de ella o que trabajan para que funcione? La respuesta no es simple, pero podemos intentar aquí proponer un par de ideas que nos den norte.

Lo primero que debemos considerar es que -contrario a lo que sucede con otras especies del planeta- un humano aislado está casi condenado a no sobrevivir o a hacerlo en condiciones en extremo precarias y peligrosas. En este supuesto, debemos descartar cualquier posibilidad de crecimiento intelectual y desarrollo de tecnologías importantes que le permitan incrementar significativamente opciones favorables de vida. Nuestra sobrevivencia -como individuos y como especie- así como nuestra seguridad, desarrollo y evolución dependen completamente de lo que logremos hacer de manera asociada: somos seres gregarios, cuya potencia reside en la suma de las fuerzas, habilidades y propuestas individuales. Esta suma se da tanto en el aquí y el ahora de cualquier grupo en cuestión, como en el tiempo histórico, mediante la transmisión o herencia intergeneracional de los descubrimientos y logros que haya conseguido un grupo con respecto de los que habrán de tomarles el relevo (sus hijos y sus nietos).

El segundo factor a considerar es que la unión de capacidades individuales debe darse de manera estructurada y organizada. Pensemos en una analogía concreta y sencilla: si usted tiene todas las piezas necesarias para armar un celular o una computadora desde cero, y las mete todas a una bolsa, el resultado de esa suma no será el aparato tecnológico que desea. Cada elemento del sistema requiere ser ensamblado o conectado con otros de acuerdo con un conjunto de reglas operativas determinadas; asimismo, cada pieza una vez ensamblada debe cumplir con funciones específicas que, integradas a las funciones de las otras piezas, produzcan los efectos que deseamos (por ejemplo, que nos permitan comunicarnos con una persona que físicamente se encuentre a kilómetros de distancia). El conjunto de prescripciones y reglas procedimentales -tanto en un teléfono como en una sociedad- deben tener la estabilidad, solidez e importancia necesarias como para trascender a las piezas particulares del conjunto. Solo de esta manera se podría asegurar que, ante la falla de un elemento, pudiera entrar otro en relevo capaz de seguir las mismas reglas operativas. Y, a su vez, solo de esta manera se asegura la sobrevivencia y funcionamiento del equipo ensamblado o del grupo de personas. En síntesis: cada integrante de un grupo asegura mejores condiciones de vida y funcionamiento en la medida en que esté mejor organizado y participe cooperativamente con los demás integrantes. El bien del conjunto maximiza sus beneficios individuales y, por el contrario, una dinámica enfocada a uno solo de los elementos descuida al resto y termina por afectar a todos.

 


 

El triunfo de las sociedades contemporáneas proviene justamente del haber conseguido consolidar sus organismos, empresas e instituciones, de tal manera que su funcionamiento trascienda a los individuos que de forma contingente ocupan un lugar en dichos sistemas. La supervivencia de las instituciones a través de décadas o, incluso, siglos, asegura la supervivencia de la sociedad en que se encuentren. Ahora bien, dentro del conjunto de organismos estructurados que conforman a las grandes comunidades humanas, los de mayor relevancia son aquellos cuya esencia se encuentra en la administración de los bienes e intereses públicos, así como en los sistemas concentrados en la producción, resguardo y divulgación del conocimiento (de ahí la insistencia de muchas personas en proteger las universidades y las instituciones encargadas de asegurar y regular las dinámicas políticas democráticas)…

Me parece de suma importancia buscar una reflexión en el sentido propuesto ahora, a fin de comprender por qué es tan significativo y digno de orgullo que nuestra máxima casa de estudios cumpla 49 años de haberse gestado como universidad. Si bien es siempre bienvenido un encomio donde se destaque el enorme crecimiento de esta institución a lo largo de sus casi cinco décadas de vida (como de hecho hicimos el año pasado), también nos viene bien comprender el trasfondo de esta conmemoración: se trata de un triunfo colectivo de la sociedad aguascalentense. A través de la UAA hemos consolidado una sociedad pujante, rica en ciudadanos humanistas y bien capacitados, cuya formación les ha permitido tanto exigir como trabajar para hacer del nuestro un estado sobresaliente en calidad y expectativas de vida.

Por todo lo dicho, quiero invitarlos a reflexionar sobre el valor de las instituciones y a celebrar la importancia y la solidez de la nuestra: la máxima casa de estudios de Aguascalientes, en el entendido de que, así como el Barcelona lo dice de su equipo de fútbol (“más que un club”), nosotros lo podemos decir de la UAA: somos más que una universidad: somos un semillero de ciudadanía y democracia; somos un baluarte del conocimiento y la civilidad; somos el mayor proyecto académico, artístico, deportivo y social de Aguascalientes.  La UAA somos todos.

¡Felicidades a nuestra benemérita universidad y a todas las personas que son parte de su historia!