Universidad Autónoma de Aguascalientes

CUENTO Jats’utsil, de Edith Maritza Palacios Gómez

gaceta uaa

COLABORACIÓN| Edith Maritza Palacios Gómez, personal administrativo del Centro de Ciencias Sociales y Humanidades; correo: edith.palacios@edu.uaa.mx

 

En esta edición de la Gaceta Universitaria te compartimos el cuento ganador del segundo lugar del concurso de aportaciones literarias “Los Derechos Universitarios. Por una cultura de respeto e inclusión”, creado por nuestra compañera Edith Maritza Palacios Gómez, del Centro de Ciencias Sociales y Humanidades.

Es importante comentar, que la Defensoría de los Derechos Universitarios de la Universidad Autónoma de Aguascalientes convocó a la comunidad estudiantil, docente y administrativa, para fomentar la cultura de respeto a los Derechos Universitarios a través de la creación literaria ¡Qué lo disfrutes!

 

Jats’utsil

Anoche me fui para el pueblo, la amarga ciudad me despide, y por india me ha marcado. Más que seis puñaladas son las que me llevo, me ha petrificado el alma con humillaciones e intolerancia. Mi nombre es de origen maya y lo llevo con orgullo: Meztli. Asimismo me llamo, pero para la ciudad yo era Melissa, me robaron el nombre y me llamaron mestiza. Salí del pueblo hace ya seis años buscando un mejor futuro para mí y mis seres queridos; hoy vuelvo con un peor presente, con uno lleno de impunidad y silencio. Ahí en la ciudad la gente no ha creído que yo cubra lo que llaman belleza, pero sí serán bipolares con este sistema, ellos me llamaron, ellos me eligieron y pensando en un mejor futuro para mí y los míos, acepte a ciegas.

Les contaré un breve relato de aquel día. Como bien les he dicho, soy Meztli Balam Zaragoza. Todo comenzó por pensar en que salir de la península de Yucatán e irme a la capital me darían una vida mejor. Por tener una carrera, pensaba que cumpliría el sueño de tener dinero para que mis padres y hermanos más chicos, no pasaran con pesar por las carencias que aquí vivimos.  Yo, pues tenía algo en mente; ser abogada para ayudar a tanta gente aquí en pueblo, sobre todo a tanta chamaca y mujeres que eran marcadas bajo las ideas ancestrales que aquí nos mueven, pero por ahí dicen que uno no se ve el fundillo, pues mi necesidad no era la misma, mi padre era un hombre “moderno” a diferencia de otros; trabajador, respetuoso, responsable; y bueno, mi madre una mujer con visión, pero resignada a su “condición”, aún así la conciencia de ambos los llevó a entender que tres hijos son los que deberían de tener, yo la más grande, Zazil la de en medio y Canek el pequeño. Para mis padres yo no debería estar casada desde chica, pues preferían que fuéramos mal vistos, antes que entregarme a un destino incierto. Me mandaron a la escuela, y como no queriendo la cosa ellos aprendían también. A los 15 años fue una señorita de porte, era abogada, para ella había una idea vital: era la escucha hacia los otros. Así me enamoré de la empatía y la utopía de un entorno mejor; les dije a mis padres que cuando acabara la escuela me iba del pueblo y que quería ser abogada, ellos a partir de ese día trabajaron lo doble y juntaron para mis exámenes, transporte y todo lo necesario. Ellos me enseñaron a caminar ante la indiferencia y a continuar los sueños. A los 18 llegue a Ciudad de México, a estudiar. Todos los días descubría algo nuevo, pero aquel 21 de agosto del 2009 no hubiese querido nunca descubrir a Matías, Bárbara y su equipo… Ellos eran estudiantes del campus, de una rama humanista (que sí es irónico), de una carrera enfocada a la comunicación. Como les dije eran enseñanzas hacia nuevos mundos, buscaban “talentos”, como les decían. Yo físicamente era una mujer de 1.68 metros, delgada, morena y de cabellera grande, abundante y oscura cual noche; mis ojos eran tan expresivos, yo no sabía mentir, transpiraba honestidad. Bárbara dijo que una belleza “distinta” podría contribuir a su proyecto.  Yo estaba en exámenes, ya en mi cuarto semestre, cuando me pidieron unas fotos, por vergüenza no acepté, no tenía desconfianza, sólo vergüenza, que mi madre me enseñó a que mi cuerpo era mi templo, jamás me habló de sexualidad, un poco del amor, pero ahora entiendo, cómo iba a hablarme de sexo, si para ella era imposible que la sexualidad también se educara, por eso la vergüenza, porque en mi vida eso era normal. Quizá es lo único que le agradezco a ese par, que me quito lo confiada y lo avergonzada, pero no me quiero adelantar, permítanme contarles ese día tan crucial. Caminaba por el campus, para el restaurante, yo era mesera y lava loza, con eso ayudaba a mis padres a pagar parte de los gastos. Ellos me interceptaron y me acompañaron. El primer día sólo nos presentamos y me emocioné pues estaba conociendo otras mentes; nunca supe el precio de esta inocencia hasta hoy en día. Ahí me quedé y al día siguiente Matías fue por un platillo, me saludó y me sentí ruborizada y con calor, y ahí supe que ese chico me gustaba. Todos los días durante un mes asistió al restaurante, y al día siguiente a este, Bárbara se presentó con él, “A ver niña, éste que no se anima, ¿te podemos sacar unas fotos?”, me soltó como una bomba; quedé asombrada y muda. Me explicaron que estaban realizando una campaña para una de sus clases, que tenían la idea de crear diversidad entre los estándares de belleza. Qué interesante se escuchaba, pero terminé negándome. Ellos me invitaron a su “oficina” para ver lo que se hacían y así animarme. Se vinieron los meses pesados, eran exámenes, yo no pude irme a mi pueblo, no ajustamos de dinero. Matías me dijo que él se quedaría conmigo en las fiestas decembrinas. Bárbara hasta entonces lo supe, era adinerada, y se iba ir a Sudamérica a un viaje en familia. Así que Matías y yo convivimos más, y en la noche buena, vivimos una noche de encanto en un “día de campo” dentro de un majestuoso bosque iluminado por la luna. Yo me encontraba en éxtasis ante dicha escena; nos recostamos bajo el manto lunar, su cuerpo tan cerca del mío, que sé que él podía sentir mi vibrar. “Meztli (la única vez que me llamo así), eres hermosa, sé que tú harás una diferencia, déjame mostrar lo que veo a través de mi lente”. Fui al estudio un viernes regresando de vacaciones, me puse un bello vestido bordado por mi madre, pinté mi cara, peiné mi pelo. Iba con la seguridad de dejarme ser fotografiada. Bárbara me vio a la entrada y me detuvo, “mira, pero sí ya te has decidido, pero sí ya vienes casi perfecta”, fui una tonta al creer que su comentario no tenía malicia. Entramos juntas; Matías estaba ocupado. Para no hacer la cosa más larga, él me fotografió, pero no ese día, sí con ese vestido, me maquilló una profesional y al paso de casi cuatro o cinco meses más, mostraron su proyecto. Pensé que como apoyaba a la igualdad hacía algo correcto, así de pronto paso un año de haberles conocido, su trabajo fue alagado y seleccionado. En las vacaciones de verano, recibí una llamada: una agencia; me querían como modelo y pensé que era una broma. Como siempre me apené y pedí pensarlo. Antes de colgar ella me dijo: déjame hacerte una simulación de tus ganancias, ven a la agencia y búscame, pregunta por Mónica. Mi amiga Amanda, me aconsejó que fuera, que quizá podría sacar un poco más de dinero y así este año sí visitar a mis padres en las fiestas. Mi familia como ya lo han de ver es siempre lo primero. Así acompañada de ella busqué a la tal Mónica, en el norte de la ciudad. Viajé más de seis horas; llegué y ciertamente no me sentía nada cómoda con ese escenario tan ajeno al mío. Esperamos como treinta minutos, después nos pasaron a una sala de juntas hermosa. Mónica olía a cigarro y mucho perfume, tenía una dentadura perfecta y un tanto amarilla, era un poco baja, delgada y de buen cuerpo, de unos 40 años. Melissa, ¿cómo estás?, Meztli, señorita Mónica, le dije. Soltó una carcajada y me dijo, “eres una joya a pulir, con un par de meses estarás en pasarelas nacionales, con eso de que está de moda la diversidad, la agencia te quiere ofrecer para iniciar esto”. Me acercó el papel, y era mi sueldo con propinas de casi todo un semestre, y ello por un mes, ¡qué tentación, tan enorme!, ahora entiendo que desafortunadamente dije que sí, y ahí fue cuando mi desenlace comenzó. No me atrevía contarles a mis padres, pero me armé de valor para el mes de octubre. Mi papá dijo que no era necesario esconder nada pues por él aceptaría la profesión que yo quisiera; mamá no dijo nada; mi hermana me dijo que se retiró y que en su cuarto, tomó mi fotografía y le pidió a la Virgen porque me cuidara.

Llegó el gran día, en la pasarela de invierno fue presentada Melissa Zaragoza, (por lo menos me dejaron parte de mi esencia). No podía creer que esa imagen que veía era yo. Este invierno, después de los exámenes me fui de gira y llegué casi una semana tarde después de que empezaran las clases. Amanda, me apoyó con apuntes y me pude recuperar rápido. El trabajo se acomodó hasta el mes de marzo; Mónica no era lo que yo pensaba: era una mujer sensible e insegura. Pensaba que el medio le había dejado eso, yo por eso ese año me graduaba y dejaba el modelaje. Matías apareció en escena; para febrero me dijo: “será que podemos conocernos más y ver a dónde nos lleva esto”; así comenzamos a salir, y me acompaño a unas fotos en Cuernavaca. Para nuestra sorpresa estaba Bárbara, como modelo. Me dijo: “qué pensaste, que eras la única que podía brillar, no reinita, el porte yo sí lo tengo natural”. Me sentí humillada. Mónica la paró en seco y pidió un ambiente “sano” o daba por terminado el contrato de todas. Era abril, yo ya era su novia, me entregué a él. Por primera vez, me sentía tan plena e invencible. Un mes más daba vuelta al calendario y me ofrecieron una campaña de una prestigiosa marca de ropa interior. Matías y Amanda me animaron; la suma del contrato era impresionante, y Matías como mi manager, no había falla; o eso creí. Así la cartera fue creciendo, y yo había bajado cinco kilos con tanto trabajo y estrés, me sentía abrumada y que mi meta se me iba. Amanda me dijo que renunciara, que la carrera era lo más importante para mí. Matías se enojó tanto cuando le di la noticia; se puso rabioso, me dijo que era una perdedora, que si renunciaba también lo haría a él. Después se arrodilló y me pidió que concursara por una última campaña, una internacional. Fue tanta su insistencia que acepté. Lo que no sabía es que había apostado a Bárbara (la suma que me había robado para recuperarla), que yo ganaría esa campaña. Llegó el día en que anunciarían a la ganadora y esa fui yo. Mis padres y hermanos venían en camino, me alcanzarían en el aeropuerto, nos iríamos a Milán para cumplir con la campaña. Bárbara apareció y me dijo: “vengo a asegurar mi campaña”. Después apuñaló mi cuello, cara y torso; mi madre me levanto en brazos y terminé en terapia intensiva por varios meses; perdí sensibilidad en mi lado derecho de la cara, por suerte salvaron mi ojo; mis cuerdas vocales están afectadas y mi pulmón izquierdo solo funciona en un cincuenta por ciento. Matías dejó una carta, diciendo que soportó mi presencia porque era bella, que se escapaba con Bárbara. Así es, ella se escapó y la fiscalía no hizo nada por mi caso. Mónica pagó la mayor parte de mi cuenta y nos regresó al pueblo. Me tardé un año en reponerme. Mónica tocó a mi puerta, ella fue más que una amiga, me apoyó a sanar mis heridas. Terminé mi tesina y créditos faltantes. Empecé a ejercer con casos enfocados a mujeres que habían sufrido algún tipo de violencia; sin embargo, no era suficientemente. Mónica me contó lo que el medio estaba haciendo con ella. Juntas a nuestro modo, pusimos en marcha un programa llamado “Jats’utsil”, que en mi pueblo es “belleza” o “hermosura”. Así se dio paso a un lugar de confianza en el que dábamos apoyo a mujeres con intransigencias, violencia, y paso a la igualdad. Con asesorías en lengua maya, explicamos los derechos que tienen ante la ley. También implementamos una escuela de educación sexual y apoyo a la planificación familiar. No fue y hasta la fecha no es bien vista, pero hemos tenido un poco más de afluencia de jóvenes: tanto hombres, como mujeres. Hasta hoy en día, cada mes me planto afuera de la fiscalía y alzo mi voz para pedir justicia a mi caso. Hoy, a una década de mi suceso, estoy frente a ustedes en esta hermosa invitación, con la cara expuesta y yo con mis cicatrices de fuera, porque tantas y tantos hemos sido humillados, marcados, denigrados y abusados, pero las escondemos en el alma. Yo quiero hacerme la voz de la no impunidad para ustedes, por eso vengo a hacer extensiva este pequeño programa e instalarlo en una nación, que necesita darse cuenta que la resignación no es una respuesta; la diferencia (como mis padres me lo enseñaron), conllevan a los derechos humanos, porque todos tenemos la dicha de tenerlos. Como muestra queda esta ponencia “libre expresión”. Pienso en una dirección de construcción y creación a un camino que nos dé no sólo una igualdad, sino una oportunidad de confiar en nuestras autoridades y en un país que no se hable de raza o piel, sino de humanidad.