Universidad Autónoma de Aguascalientes

Lema

En 1974, el H. Consejo Directivo en funciones de Consejo Universitario de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, convocó a un concurso para la selección y adopción de un lema propio para nuestra institución. Hubo notable participación de académicos y alumnos al recibirse 29 trabajos, el ganador fue: Se Lumen Proferre.

“Puesta a votación la única posición subsistente y hecho el recuento respectivo, se determinó que obtuvo nueve votos el lema Se Lumen Proferre (Proyectarse Luz), por lo que constituyendo esta votación mayoría absoluta se declara triunfador el mismo.

Habiéndose procedido a abrir la plica de “Luz en Rescate”, el secretario del Consejo dio lectura en voz alta al nombre de dicho seudónimo que lo es el señor Dr. Desiderio Macías Silva con domicilio en Manuel M. Ponce No. 506, a quien se le hará saber por conducto del señor rector haberse acreditado el triunfador dentro del concurso aludido y merecedor por tanto del estímulo a que hace referencia el punto número ocho de las bases de la convocatoria.”

29 de abril de 1974.

Conflagración de relámpagos
acometer las tinieblas
para transfigurarlas en luz.
Hasta que ya no sea
posible precisar
desde los ojos
de quién
amanece.

Este lema implica:

1.- Una ontología en que la luz se identifica con esplendor del ser, con manifestación suya. Consecuentemente, a más (y más pura), luz, más perfección del ser que por medio de ella se manifiesta.

2.- Una Axiología, es decir, una teoría de los valores, en la que ser más luz significa más valor, supuesto que equivale a más perfección del ser; y en la que la motivación más alta del ser humano consistiría en la transfiguración de sí en el ser más luminoso dentro de sus posibilidades, es decir, en el hombre más intensamente hombre posible, o quizá más que eso.

3.- Una Ética, que fundamentaría el deber ser de la conducta humana, pues la práxis toda estaría orientada y condicionada al enriquecimiento ontológico del hombre: enriquecimiento que se manifestaría por lo que aquí metafóricamente llamaríamos más luz.
Más como el ser humano es un ser social, ser luz en sí y para sí no bastaría. Antes ser luz aquí es como preparación para una aventura trascendente: Ser luz fuera de sí, luz en dación de sí, luz que contamina a la no luz, no para destruirla, sino para asimilársela, es decir, para salvarla en perfección y esplendor.

La luz como imagen de perfección es quizá tan arcaica como el pensamiento. Ya los antiguos persas identifican a Mitra con la luz (1) Plató, para decir aquello que fundamenta a la verdad y a la belleza, apela al concepto luz. Esa luz emanaría de un algo inefable que vendría a ser como el sol de las ideas. (2) San Juan Evangelista, al explicar al que identifica como afirma que “era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene al mundo.

Los poetas, sobre todo los auténticos poetas, y seguramente Platón y San Juan lo eran, siempre han coincidido en adoptar la luz como la imagen más capaz de estremecer al ser humano con la sensación de lo perfecto. Así Fray Luis de León expone su máxima ambición queriendo ser: “en luz resplandeciente convertido” (4), y para Manuel M. Flores: “Luz es todo lo bello”. (5)

Esto prueba cómo todo el mundo ha coincidido y sigue coincidiendo en que la luminosidad, la luz, en una palabra, es el símbolo habitual de perfección, de bien y de belleza.

No se puede abundar más aquí y ahora sobre este tema, por razones de honradez: podría convertirse en la explicación del lema en su propia apología. Pero sí cabe advertir que luz que se desgarra y sufre por ser más luz, para luego proyectarse iluminando, es decir, haciendo salvación, (aventura que la enriquecerá cada vez más, para así darse mejor y mucho más), es la expresión más auténtica del espíritu universitario.

Atentamente,
LUZ EN RESCATE
Seudónimo

Bibliografía:
  1. CUMONT, Oriental Religions in Roman Paganism. P. 155
  2. PLATÓN, Libro VI de 507 a 511
  3. BOOK FOSS, Y COL., The New Testament in the Original Greek. P. 187
  4. FRAY LUIS DE LEÓN, Obras completas. P. 56
  5. MANUEL M. FLORES, Obras completas. P. 78