Universidad Autónoma de Aguascalientes

Gratitud y compromiso: un mensaje para los miles de nuevos egresados de las universidades de Aguascalientes

PDF | 501 | Hace 11 meses | 16 junio, 2023

Dra. en Admón. Sandra Yesenia Pinzón Castro

El fin de semana anterior egresaron de nuestra casa de estudios 1,655 nuevos profesionistas que recibieron su título de licenciatura o ingeniería o, algunos de ellos, de maestría o de doctorado. En ocasión de tan especial evento, tuve el honor de dirigir un mensaje a estas admirables personas, que concluyeron con éxito un maratón académico de casi dos décadas.

Dado que muchos hemos recorrido ese camino y muchas personas también están graduándose en estas fechas, en las hermanas casas de estudio de la entidad, deseo compartir con todos ustedes las palabras que dirigí a nuestros flamantes egresados. Espero que sea de su interés y utilidad.

Muy queridas y queridos universitarios que el día de hoy formalizan de manera simbólica la conclusión de sus estudios de grado o de posgrado:

Para muchos de ustedes y de sus parientes, lo que simboliza este momento quedará grabado de forma imperecedera, porque representa un parteaguas en sus vidas.

Entre ustedes, hay quienes están cumpliendo tanto un sueño personal, como el mayor logro académico en la historia de toda su familia, al conseguir ser la primera o el primer licenciado, ingeniero, maestro o doctor de todo su árbol genealógico. Hay también quienes están cumpliendo una promesa hecha a sí mismos o a sus papás, y quienes culminan una etapa especialmente llena de retos y sacrificios, en donde tuvieron que combinar sus horas de estudio con las del trabajo, e incluso con el cuidado de hijos o de familiares que necesitaban de sus atenciones….

Cada uno sabe cuánto le costó llegar aquí y cuán especial y gratificante es recibir este título, esta nueva demostración de que tienen la capacidad y el empuje necesarios para perseverar en proyectos de largo aliento… porque, si lo observan con atención, el maratón académico que ahora terminan empezó hace más de 15 años, cuando ingresaron por primera vez a un aula y dieron sus pasos iniciales como estudiantes.

Al ir cubriendo etapa tras etapa -kínder, primaria, bachillerato, licenciatura y posgrado- perdemos de vista esta notable y muy larga acumulación de esfuerzos, así como la inmensa cantidad de personas que, de una u otra forma, constituyeron para nosotros soportes y andamios, guías y proveedores, consejeros y facilitadores que nos proporcionaron las herramientas, el tiempo, los conocimientos y muchos de los insumos afectivos, formativos y económicos, sin los que no habríamos podido estar aquí en este momento.

Por eso, en este día tan especial, es importante ejercitarnos en el valor del agradecimiento y reconocer con sinceridad -aunque sea en nuestro interior- a toda esa red en la que tuvimos el privilegio de apoyarnos. En este mismo ejercicio de gratitud, es útil mirar el vaso de la vida medio lleno, porque hemos sido verdaderamente afortunados -a pesar de todas las dificultades que pudimos haber atravesado-. Afortunados porque, como hemos visto, muchas personas tuvieron escollos personales, familiares o socioeconómicos que los obligaron a desertar, a posponer o abandonar definitivamente sus estudios.

De acuerdo con datos del INEGI, el promedio de escolaridad de las y los mexicanos es de 9.7 años. Esto indica que, en general, tenemos altos grados de deserción durante la etapa de bachillerato. Si nos guiamos por las estadísticas que ofrece la UNESCO, la situación empeora sustancialmente en otros países de este continente, como El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras o Nicaragua, donde -por lo menos hasta antes de la pandemia- el promedio de su población no alcanzaba los 7 años de educación formal. Como podrán imaginar, al extender la comparativa con diversas naciones pertenecientes al continente africano y a zonas conflictivas de Oriente, obtenemos un panorama que nos deja ver lo increíblemente afortunados que hemos sido quienes tuvimos la oportunidad de alcanzar un título de pregrado o -más raro y especial aún- uno de posgrado.

Dimensionar todo lo que hemos comentado, nos permite sentir orgullo y alegría por el logro académico que estamos celebrando; pero además nos da la oportunidad de agradecer profundamente a quienes nos brindaron apoyo y, finalmente -y creo que muy, muy importante- nos invita a adquirir un compromiso con el entorno y la sociedad. Esto último como parte de la gratitud que debemos de tener con todas las personas que, directa o indirectamente, funcionaron como una base que nos ayudó a ascender en la escala educativa, y a abrirnos posibilidades de desarrollo personal y laboral que otros no tienen.

La sociedad ha apostado por nosotros y, en consecuencia, nosotros tenemos la obligación moral de apostar por la sociedad, poniendo a su disposición nuestras habilidades y conocimientos, para que cada vez sean más las personas con acceso a la educación superior, así como a entornos de vida dignos…

En este tenor, y ante un mundo tan necesitado de gente más humana, empática y solidaria, quiero cerrar mi intervención invitándolos a que hagamos propias las palabras de Mahatma Gandhi, cuando dijo que “nosotros tenemos que ser el cambio que queremos ver en el mundo”. Seamos juntos ese cambio. Honremos entonces el título que nos otorga nuestra casa de estudios, siendo una luz que guíe e ilumine. Se Lumen Proferre.

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